Cada vez que quiero olvidarte te pienso y si te pienso ¿cómo te olvido?…
Cuando queremos (tan decididamente) olvidar a alguien lo que hacemos (muy intensamente) es recordarlo. Te quiero olvidar, te recuerdo. Al verbo olvidar, le ponemos verbos adelante tales como “tener”, “querer”… Pero un verbo con tanta fuerza como el verbo en cuestión no necesita la compañía generosa de otros verbos. El verbo Olvidar transcurre solo, sin ayuda. ¿O acaso pensamos que se puede manejar el olvido?, ¿lo decidimos con la mente?…
Cuanto más quiero olvidarte, más te pienso. Y cuanto más te pienso, menos te olvido y más te recuerdo.
¡Pero juro que intenté con tanta fuerza olvidarte! Que casi casi lo logro. ¿Qué estaba haciendo mal?…
¿Y si empezamos a no ponerle mente al olvido?… No hay que ‘obligarnos’ sutilmente a olvidar. Porque el olvido no pasa por la cabeza, pasa por el corazón y por todo el cuerpo. Pasa por el alma, por el espíritu.
El día en que uno olvida ya no hace falta escribir sobre el olvido porque simplemente ya no hay nada. Ya no hay texto. Ya no hay preguntas ni tampoco respuestas…
El día en que la hoja quede en blanco (ese día) sabré que el olvido llenó la hoja; ese día el olvido habrá ocupado cada centímetro de esa hoja en la que solía escribir…
El día en el que no tenga que recordarme a mi misma que tengo que olvidar. Ese día habré olvidado…
Mientras tanto todavía queda… Queda mucho de vos en esta hoja…
Y cuando un recuerdo tuyo me llega, ya no lo censuro, ya no lo prohíbo… Lo acepto, le sonrío y lo dejo pasar, que pase y siga su camino.
¿Puede buscarse el olvido?, ¿puede pensarse el olvido?… No, no se puede. Porque olvidar no se decide. Olvidar se olvida sin uno darse cuenta… Así sin más; sin hacer mucho más al respecto más que seguir viviendo (que no es poca cosa).
Cada vez que quería olvidarte, cada vez más te recordaba; cada vez que lo intentaba te volvía a traer una vez más a mi presente. Ahora ya no lo intento. Entendí que olvidar no es un acto voluntario si no que es el acto más involuntario de todos. Llega… Así sin más. Y nos encuentra viviendo, riendo , caminando o acariciando a nuestra mascota. Escuchando el sonido del mar o admirando el canto de un pájaro… Así , así llega. Y nos encuentra cantando, bailando, brindando. Y entonces la hoja, la hoja queda en blanco.
Y una sonrisa se dibuja en nuestro rostro.
¿Sonreímos?